La montaña, la playa o el pueblo. Son algunos de los destinos a los que se acude a desconectar o evadirse del estrés, lugares y motivos por los que se de decide adquirir una segunda residencia.
En muchas ocasiones no se dispone del dinero necesario para hacer la compra y se tiene que recurrir a una hipoteca para ese fin.
Bancos, cajas y financieras no acostumbran a disponer de una oferta específica de este tipo de préstamo, sino que adaptan los hipotecarios habituales.
En qué se diferencian
Los principales cambios entre una hipoteca para comprar la vivienda habitual y la segunda residencia los acaparan el porcentaje de financiación, el plazo de amortización y los requisitos.
En cuanto al primero, el importe prestado es menor para una segunda vivienda que una hipoteca para la habitual. Suelen hasta el 70% de financiación en el mejor de los casos (en el peor, hasta el 50%) sobre el menor valor entre el precio de compra y el de tasación.
A menor importe se le añade un menor plazo de amortización. Y es que éste oscila entre los 20 y los 30 años, aunque se puede encontrar alguna entidad que publicite la hipoteca hasta a 40 años, si bien son las menos.
Los tipos de interés, en la mayoría de casos, no varían de los de una hipoteca para primera residencia.
También sucede que para mejorar los tipos de interés se precisa asumir productos vinculados que pueden ser desde domiciliar los ingresos hasta contratar seguros o un plan de pensiones.
Comisiones, condiciones y requisitos
Las comisiones habituales que se pueden encontrar son apertura, estudio, amortización y cancelación anticipada.
Las hipotecas de segunda residencia suelen estar destinadas a un perfil de cliente muy solvente, ya que exige disponer de suficientes ahorros para hacer frente al importe que no entra dentro de la financiación. Por ello, se requieren de mayores ingresos, solvencia y una gran estabilidad laboral.
Incluso las entidades bancarias estudian si el cliente tiene la primera vivienda pagada antes de analizar cada caso, ya que ello confirmará que tendrá una holgura económica mayor a la hora de afrontar la cuota de la hipoteca.