BBVA retomó a principios de este mes de septiembre la venta de productos complejos a través de su red de oficinas. Se trata de una opción de ahorro en la que no está garantizada el 100% de la inversión y que se lleva a cabo en un contexto de tipos mínimos.
El banco ha finalizado esta semana la venta de Contractos Financieros (CF), un activo compuesto por dos partes, una fija con un cupón asegurado y otra variable cuya rentabilidad final depende de la evolución en Bolsa de tres valores, en este caso, Repsol, BBVA y Telefónica. El objetivo de la entidad era captar hasta 100 millones.
¿Qué es un producto complejo?
Para que un producto sea considerado complejo, tal y como define la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), no tiene que cumplir con todas o alguna de las siguientes características:
– Se puede reembolsar frecuentemente a precios conocidos por el público.
– El inversor no puede perder un importe superior a su coste de adquisición.
– El inversor puede tener acceso a información pública, completa y comprensible sobre las características del producto.
– Y, por último, no se trata de productos derivados. Es decir, no se basan en el precio de otro activo.
Según la definición de la CNMV: “pueden suponer mayor riesgo para el inversor; suelen tener menor liquidez, de hecho, en ocasiones no es posible conocer su valor en un momento determinado”. Es decir, es más difícil ver el riesgo que conllevan.
¿Qué oferta de productos complejos hay?
Entre los complejos, los que más destacan son los derivados. El valor de este tipo de productos se basa en el precio de otro producto o activo. Los activos de los que dependen pueden ser muy diferentes, como acciones, índices bursátiles, valores de renta fija, tipos de interés o hasta materias primas, como el oro.
Se consideran productos complejos las opciones, los futuros, los warrants y otros derivados, así como aquellos instrumentos financieros cuya estructura contenga algún derivado.
Dentro de los derivados, encontramos los siguientes productos:
– Futuros: Se basan en un contrato por el que se acuerda comprar o vender un cantidad concreta de activo subyacente, tales como valores, índices, productos agrícolas o materias primas, en una fecha determinada, y con un precio establecido anteriormente. Estos contratos se negocian en lo que se conoce como el mercado de futuros.
– Opción financiera: Tiene similitudes con un futuro, ya que se fija a un precio y en una fecha concreta. Pero, en esta ocasión, el contrato que se establece da al comprador el derecho, pero no la obligación, de comprar o de vender bienes. La opción financiera también es similar a los warrants.
– Swaps: Se constituyen en base a un contrato que implica que ambas partes intercambian los beneficios de dos productos diferentes, cada uno propiedad del otro. Estos productos pueden estar referenciados a tipos de interés.
– Warrants: Son valores negociables que incorporan el derecho de comprar o vender un activo subyacente, a un precio de ejercicio y para un plazo determinado. El que adquiere un warrant tiene el derecho pero no la obligación de comprar o vender el subyacente en la fecha de vencimiento.
– Turbowarrants: Se trata de un contrato o instrumento financiero que da al comprador el derecho, pero no la obligación, de comprar o vender un activo subyacente a un precio concreto, conocido como precio de strike o barrera en una fecha futura.
Asimismo, un turbowarrant tiene características similares a las de una opción o un warrant, la única excepción es que en el caso que el precio del subyacente llegará al precio de strike o barrera, el comprador del turbowarrant perdería el derecho de comprar o vender el activo, y por tanto, éste ya no tendría valor.
